Define objetivos claros que cualquier persona pueda entender. Los estándares y las metas basadas en el currículo generalmente son escritas empleando un lenguaje difícil de entender. Re-escríbelas y aclara a tus estudiantes lo que te interesa que logren.
Comparte las metas de múltiples maneras. Esto permite que tus estudiantes sepan constantemente hacia dónde se dirige su trabajo. Por ejemplo, puedes mencionarlas en voz alta al grupo, pegarlas en la pared, escribirlas en el pizarrón o pedir a tus estudiantes que las escriban en sus propias palabras.
Alinea tus objetivos con los estándares. Los estándares expresan lo que es valioso para la comunidad educativa y generalmente son lo suficientemente flexibles para permitir que incorpores opciones que permitan que estudiantes los alcancen.
Marca una diferencia entre los resultados y los medios. Separar la meta de los medios permite flexibilidad para alcanzarla.
Divide las metas grandes en submetas, ya que eso permite que los estudiantes perciban que pueden completar el proceso. También incrementa las oportunidades de celebrar y reconocer logros que si sólo se hiciera con las metas a largo plazo.
Considera tanto al proceso como al producto final.
Muestra modelos y ejemplos de excelencia hacia los cuales pueden aspirar tus estudiantes.
Prepara tus evaluaciones con las metas en mente. De esta manera, te asegurarás de que estás midiendo exáctamente lo que buscas.
Incluye oportunidades para establecer vínculos entre la experiencia personal de tus estudiantes y las metas. Esto con el fin de desarrollar entusiasmo, interés e implicación en el proceso de aprendizaje.
Haz un espacio para la reflexión. Generalmente estamos ocupados y tenemos mucho material que cubrir en nuestros ambientes de aprendizaje. Es importante hacer una pausa y reflexionar sobre nuestros objetivos y cómo nuestras actividades y evaluaciones han ayudado al estudiantado a alcanzar sus metas.